24 de diciembre de 2008

El peor de los pecados

Los pecados son, en algunos casos, simples trasgresiones a algunas normas morales, que en diversas ocasiones los cometemos sin siquiera darnos cuenta. Lo que es permitido o no, depende en gran medida de nuestra cultura, formación en el hogar o la religión que profesamos, entre muchos otros factores.

Hace cien años, el simple hecho de arrojar basura en un río no era tan mal visto por la mayoría, hoy en cambio, sabemos que hasta es castigado por la ley, esa ley que trata de impartir Justicia y que se representa por una mujer con una balanza en una mano y con los ojos vendados, insinuando que la justicia es ciega en cuanto a que se aplica para todos los ciudadanos por igual. Así pues, el umbral en donde un acto humano empieza a considerarse como un error o una falta grave es, a menudo, difícil de ubicar.

Día a día luchamos contra demonios que nos tientan a cometer pecados, unos de pensamiento, otros de palabra, de obra o de omisión, unos son veniales y otros mortales, algunos de ellos son conocidos como los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Todos debemos esforzarnos para lograr acariciar, aunque sea por algunos segundos, las que se conocen como las siete virtudes teologales: humildad, largueza, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia que se contraponen, respectivamente, a los pecados capitales.

Al hacer esta pequeña digresión sobre los pecados en general, nos damos cuenta que los Pecados de la Enseñanza, que muchas veces cometemos, como el simple hecho de pensar que todo lo sabemos, son en su gran mayoría, de omisión o de pensamiento y están relacionados con la soberbia, avaricia, ira, envidia y pereza y para combatirlos debemos fomentar la humildad, largueza, paciencia, caridad, diligencia y ser un verdadero ejemplo para nuestros estudiantes. Si logramos lo anterior, sin duda, seremos reconocidos como maestros, más que simples educadores.

Esta es, precisamente, la clave para no caer en el abismo; cuando se habla de educación no debemos omitir nada, al fin y al cabo, los pecados de pensamiento son muy personales, sin embargo, lo que no hacemos puede marcar el destino de muchas personas. Es imperativo, debemos crear espacios para una formación integral, pero antes de ello, nosotros debemos estar formados adecuadamente y no debemos improvisar, debemos despertar el interés, ser pacientes, incluir a todos y todas y promover su participación activa.

Afirmó el psicólogo B.F. Skinner, precursor del conductismo, que: “la educación es lo que queda una vez que lo aprendido se ha olvidado”. Precisamente por ello es que debemos transmitir los conocimientos específicos amalgamados con valores que nos formen como humanos, donde seamos seres integrales y sobre todo humanistas. Porque con el pasar del tiempo son esos valores, virtudes o principios los que hacen que tomemos las decisiones correctas en el momento y el lugar correcto. La educación es el motor del ascenso social, económico y sobre todo, es el único camino para lograr un pueblo culto con ideales más nobles y solidarios, en donde se destierre todo tipo de discriminación.

La percepción de los profesores en épocas pasadas es que ellos eran los recipientes llenos de conocimientos y que los de los estudiantes estaban vacíos, el cambio se da cuando el maestro en la actualidad plantea que en realidad los dos están medio llenos y que en el proceso de aprendizaje, paradójicamente, ambos se irán llenando. Lo interesante es que conforme avanza el proceso educativo, se muestran los sueños, los fracasos, las decepciones y las ilusiones, todos estos son puntos que de alguna manera debemos de tratar como docentes en el día a día de nuestras clases, pero de manera positiva, con paciencia, con interés y sobre todo dejar que sueñen y que sueñen con ilusión y esperanza, porque de repente esos sueños se pueden hacer realidad. La humanidad cambia, nosotros debemos cambiar en ella y con ella, asimilando sus virtudes y desechando los defectos.

Cometemos pequeños pecados cuando hacemos lo urgente en vez de hacer lo importante, cuando nos subestimamos y pensamos que no podemos cambiar el destino de una nación, cuando no amamos hasta desangrarnos, cuando desviamos la vista al ver un mendigo, entre muchos otros que usted puede enumerar. Lo importante es el tratar de no cometerlos más, debemos luchar por buscar la felicidad a cualquier precio, y que en el ocaso de nuestra vida en este mundo, no hagamos nuestras las palabras del insigne y prolífico escritor argentino Jorge Luis Borges cuando afirmó “He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi muy apreciado Manuel:

Te felicito por tu voluntad de crear un espacio como este. He releído su contenido y considero sumamente valioso tu esfuerzo por estimular, desde tu experiencia personal, un espacio de reflexión humanística.

Aún más valioso que el resultado de tus reflexiones me es la pregunta que abres con ellas, pues he aprendido que más valioso aún que el resultado es el proceso, el cual permite que también los demás caminen con nosotros.

Al igual que recibes voces de aliento de quienes han leído tu blog, a las cuales se une este amigo, en el camino seguramente recibirás también algunas críticas de quienes no aportan nunca nada más que eso. Precisamente esto realza el valor de tu esfuerzo, arriezgarte a mostrar algo de tu ser interior, pues la creación radica precisamente en romper la tierra para que se sujeten las raíces, romper el espacio para que surja la planta, y no todas las personas están dispuestas a ello.

Que tu y tu blog continúen creciendo.
Un abrazo desde Barcelona.

Miguel Alpízar

Anónimo dijo...

Hola Manuel. Me gusta mucho el mensaje de tu blog "el peor de los pecados" y es que toca un tema fundamental: nuestra labor como docentes, pues somos formadores no sólo de mentes sino también de almas. ¡Qué bonito es saber que uno ha dejado huellas positivas en sus alumnos!

La vida es toda una aventura; llegarla a disfrutar plenamente es difícil y más aún cuando tenemos que pedirle permiso al reloj para todo. La felicidad se consigue instante a instante, por eso me gusta mucho el poema de Jorge Luis Borges, Instantes, que te adjunto al final.

Un abrazo con cariño, Evelyn.

Instantes -Jorge Luis Borges

Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores.

No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.

Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.
Evelyn Aguero

Anónimo dijo...

Hola estimado Manuel: Deseo externarte mi opinión acerca de tu artículo y decirte que está muy bueno, que me gustó muchísimo porque nos haces un gran oprte y que estoy seguro lo haces con base a tu experiencia docente y desde tu convencimiento interior. Lecturas como ésta nos hace poner las barbas en remojo y reflexionar sobre nuestro papel en la enseñanza.
Saludos
Marco Gutiérrez

Anónimo dijo...

Manuel, excelente artículo, pero lo más importante, la disposición de crear un espacio para el análisis y la reflexión.
Ronald Segura

Anónimo dijo...

Al igual que usted, muchos de nosotros no estudiamos para ser docentes, pero hacemos nuestro mayor esfuerzo. Me parece que uno de los aspectos que más cuidado requiere cuando se es profesora es el ejemplo que se da a los muchachos. Nuestras reacciones ante los eventos más comunes de la vida, están siendo observados. Desde la forma de enfrentar la situación que se da cuando un aparato no funciona en el aula hasta la reacción ante una mala actitud de un alumno o de un compañero de trabajo, están siendo observados. Como profesores debemos ser concientes de nuestra obligación de formar a los muchachos de forma integral, especialmente en los aspectos relacionados con nuestra inteligencia emocional, la cual resulta más importante a la hora de enfrentar la vida.
Nancy Hidalgo Dittel