29 de octubre de 2011

Día del no

Por estos días, las noticias que nos llegan de Grecia están teñidas de crisis económica y caos en la zona euro, pero más allá de cómo se solventará esta situación, sé que se resolverá y en algunos años esto será solo el recuerdo, eso sí, con muchas enseñanzas. Quisiera, más bien, referirme al significado de la fecha de hoy para los griegos, que al igual que cada 28 de octubre, corresponde a uno de los días festivos más importantes. Los griegos se unen alrededor de una celebración que se conoce como el “Día del No”, con la cual recuerdan uno de sus triunfos, no menos importante que, solo por citar uno, la resistencia heroica de los trescientos espartanos contra el Imperio Persa del rey Jerjes I hace más de dos mil años.

El 28 de octubre de 1940, Mussolini envió a su embajador en Atenas, Emmanuele Grazzi, ante el general Ioannis Metaxás, quien gobernaba Grecia, para exigirle que le permitiera a sus tropas ocupar lugares estratégicos en territorio griego. La respuesta de Metaxás fue una sola palabra: “OXI”, la cual significa no; y, con esta negativa, quedaba declarada también la guerra a Italia.

Metaxás reunió a su ejército y le comunicó la entrada de Grecia en la guerra a través de un emotivo discurso “embriáguense del inmortal vino del 21” apelando a la valentía y heroísmo vividos en la revolución de 1821 que liberó a los griegos de 400 años del yugo del Imperio Otomano.

Italia, tras invadir Grecia, esperaba un triunfo fácil, basándose en la pobreza en que vivía este país y en lo mal armados que se encontraban sus soldados. Después de un mes de lucha, el mundo quedó sorprendido de la resistencia ofrecida por los griegos y las tropas italianas y, luego de algunas derrotas, las tropas italianas se replegaron en la frontera greco-albanesa.

Hitler había aceptado que “Grecia y Yugoslavia pertenecían exclusivamente a la esfera de interés de Italia”, mientras Alemania hacía preparativos para invadir a la URSS en la primavera de 1941. Debido al repliegue de las tropas italianas, Hitler se vio obligado a enviar las suyas en apoyo a “il  Duce”. Atenas fue ocupada el 27 de abril de 1941, por lo que el gobierno griego decide refugiarse en la isla de Creta; luego, Hitler envió sus tropas por aire para ocupar la isla. Los cretenses lucharon como fieras y en los dos primeros días de luchas en el aeropuerto de Máleme (oeste de Creta) se produjo la muerte de más de 4000 soldados del ejército nazi, finalmente, al ocupar Creta es ocupada Grecia en su totalidad luego de 53 días de haber ingresado el ejército nazi, situación que se prolongó por los próximos 4 años.

Mi abuela, Theanó, nos decía que en esos días de verano "el cielo se oscureció", recordando, con tristeza, a los paracaidistas alemanes que cubrieron de gris el cielo azul cretense aquel fatídico 20 de mayo de 1941; mi abuelo, Minos, por sus hazañas tanto en la I como en la II Guerra Mundial fue, sin duda, uno de los muchos héroes de la resistencia griega.

El 27 de mayo de 1942, el gobierno de la Unión Soviética envía un comunicado muy significativo al pueblo griego: “Ustedes lucharon desarmados contra gente armada y ganaron. Ustedes eran pequeños y lucharon contra los grandes y dominaron. No pudo ser de otra forma porque ustedes son griegos. Como rusos y como personas, hemos comprendido que sus sacrificios nos dieron tiempo para defendernos y por ello les estamos agradecidos”.

Al terminar la II Guerra Mundial, los aliados reconocieron que el desvío de las tropas y el retraso de cinco semanas en los planes iniciales de Hitler para el envío al frente ruso, fueron cruciales. El mismo Winston Churchill lo reconoció al decir: “Hasta ahora, pensábamos que los griegos estaban luchando como héroes. De ahora en adelante deberemos decir que son los héroes los que luchan como griegos”.

Naciones pequeñas como Grecia y Costa Rica con su gran Campaña Nacional de 1856-1857 en contra de los filibusteros esclavistas aportan una dimensión mayor a los ideales de paz y libertad, principios que deseamos sean una realidad para todos los pueblos del mundo.

Comparto plenamente lo dicho por Ryochi Sanakawa: "Dichosa la madre costarricense que sabe, al dar a luz, que su hijo nunca será soldado"; las guerras desangran la tierra, aniquilan voluntades y desenmascaran realidades,  producen héroes pero también traidores. En un viaje a Creta visité un cementerio, mantenido por el gobierno alemán, en el que se encuentran los miles de soldados que murieron en el aeropuerto de Máleme en la invasión a la isla; el  dolor que vi en los ojos de los parientes que los visitan, y sobre todo en las madres que los lloran, es universal, sobrecogedor y desgarrador, no hace diferencia de nacionalidad, es el dolor de la guerra que nos recuerda la necesidad de evitarla con todas nuestras fuerzas, pero sin olvidar nuestros principios e ideales.

El 28 de octubre indica el día en que Grecia entró en la II Guerra Mundial, pero lo que se celebra es el hecho que, con su heroísmo, los griegos le gritan al mundo que por encima de la vida está la libertad.


Lecturas recomendadas:
La Pasión Griega

24 de octubre de 2011

Al final del camino


“Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que las personas buenas no hagan nada.”
Edmund Burke
  
Parte de la belleza de la vida es su determinismo caótico, o su caos determinista, en donde se evidencia la conveniencia de la contraposición de los conceptos, es decir, posee una belleza que se fundamenta en lo paradójico, en lo que se contrapone. Se aprecia más lo dulce de la miel cuando se conoce lo amargo de la traición; se disfrutan más de los siete colores del arco iris cuando comprendemos y despreciamos la oscuridad que provoca la contaminación. Recuerdo las sabias palabras, esas que se escriben cuando la nieve se asienta sobre nuestro cabello, del escritor y académico costarricense Eugenio Rodríguez Vega, quien en 1992 escribe en Carta a mis nietos algunos de sus recuerdos, que simbolizan el pasado, y la esperanza, que nos alienta hacia el futuro, que amalgama de forma extraordinaria:
Quiero hablarles ahora, sin ceremonias, como si descansáramos a la sombra de un mango frondoso donde tantas veces hemos descansado, para decirles algunas cosas que, tal vez, puedan servirles de algo en ese porvenir misterioso que los está esperando. La vida es alegre, triste, amarga, dulce, apacible y llena de tormentas, es sobre todo una misteriosa realidad que se nos escapa imperceptiblemente... No hay en mis palabras espacio para el llanto ni la queja; solo hay espacio para la esperanza.

Incomprensiblemente también, ahora somos más preparados académicamente y más ignorantes y vulnerables espiritualmente. Viajamos a mayor velocidad y llegamos más tarde. Gastamos más dinero y damos menos limosna. Amamos menos y cada día, mentimos más. Visitamos menos a los que están más cerca. Vivimos en casas más grandes por comodidad pero nos separamos más por vanidad. Cuando debemos caminar, corremos y cuando debemos correr, caminamos. Vemos más televisión y no tenemos tiempo para orar, rezar o dar las gracias. Acudimos a las comidas rápidas para economizar tiempo, pero el tiempo nunca alcanza. Sobrevivimos más pero vivimos menos. Tenemos menos hijos y más divorcios. Leemos menos, así, lo poco que leemos, nos hace más daño. Cuanto más sabemos del entorno, menos nos conocemos; algunos saben lo que ocurre en el Medio Oriente o en la bolsa de valores en Wall Street, pero ignora lo que ocurre en su propio vecindario. En fin, nos acostumbramos a hacer lo básico antes que lo primordial y la sociedad actual no es feliz a plenitud, y de repente, pienso en nuestros abuelos que, con pocas cosas materiales y a veces ni qué comer, pero con familias grandes y unidas que no dejaban espacios vacíos en el hogar, eran felices, eran muy felices.
Esperamos demasiado de la vida, en ocasiones más de lo que nos merecemos y siempre, la vida nos da más de lo que le exigimos, como lo escribe Amado Nervo:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté las rosas”.

Cuando ya no sintamos placer al caminar de la mano de nuestros seres amados, cuando no experimentemos alegría al aprender algo nuevo o al disfrutar de un buen libro o de una visita inesperada; cuando ya no estemos interesados en lo que pasa en nuestro bello país y le dejamos a los demás tomar las decisiones importantes; cuando ya no llamemos a nuestros amigos o a la familia para saber cómo están, cuando confundamos el oro con las cuentas de vidrio, cuando dejemos distinguir entre lo eventual lo indispensable, cuando ya no encontremos sentido a la vida, cuando ya no tengamos proyectos ni metas…, en ese momento, en ese preciso instante, debemos cambiar la dirección de nuestro barco, desviarlo de los peñascos y guiarlo hacia un puerto seguro. Difícil será, pero la mejor manera de salir de nuestros propios laberintos, es de la mano de un amigo, y seguir luchando hasta que expiremos nuestro último aliento de vida, como nos lo recuerda la Madre Teresa de Calcuta, en su motivador “Nunca te detengas”:
“La piel se arruga. El pelo se tiñe de blanco. El camino se vuelve más pesado. Y los días se convierten en años. Pero lo esencial no cambia. Tu fuerza y tu determinación no tienen edad. Tu espíritu sigue haciendo la diferencia. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro, nace un nuevo desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. No vivas de fotos amarillas, ni de películas viejas. Deja atrás los recuerdos. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. Sigue cuando todos esperan que claudiques. No dejes que se oxide el hierro que hay dentro de ti. Haz que en vez de lástima te tengan respeto. Cuando ya no puedas correr, camina. Cuando ya no puedas caminar, usa un bastón. Pero nunca, nunca, nunca, te detengas”.

El tiempo pasa, nuestras buenas acciones deben perdurar. Hasta el último suspiro de vida, luchemos por nuestra felicidad, abonando cada día nuestra esperanza. Transmitamos el entusiasmo a las generaciones que nos sustituirán.

31 de agosto de 2011

Una reforma educativa

Muchos pensadores, académicos, estadistas, profesores y maestros, se han referido a una reforma educativa en Costa Rica. No seré yo el primero en hacerlo. Por otro lado, en una sociedad que está perdiendo su rumbo, en una nación que está dejando escapar su identidad y en una cultura amenazada, no basta retomar la dirección correcta en lo que a educación se refiere. Se debe abordar una reforma también en la parte judicial y penal, en la ley de tránsito, en el ámbito tributario, en el sector de la salud, en fin, se deben efectuar cambios necesarios, pero eso es otra historia y lo dejaré en manos de los expertos en estos temas.
En octubre de 1962 el Papa Juan XXIII abre el Concilio Vaticano II y, desde su inicio, indica con claridad los objetivos: en primer lugar, el interés no era definir nuevas verdades o condenar errores, por el contrario, era necesario renovar la Iglesia católica para lograr transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos, una especie de aggiornamento o como el mismo Papa lo llamaba, “la puesta al día de la Iglesia católica”. Como segundo gran objetivo, la búsqueda de los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, estableciendo un diálogo “en lo que nos une y no en lo que nos separa”. Al Concilio fueron invitados, como observadores, no sólo miembros de todas las Iglesias cristianas, desde la Iglesia ortodoxa y las diferentes denominaciones protestantes, desde creyentes islámicos, hasta indios americanos. En síntesis, este Concilio cambió el catolicismo hacia una nueva forma de celebrar la liturgia, un “fresco” ecumenismo y un claro acercamiento al mundo y a las otras religiones. Dicho Concilio finaliza en 1965 presidido por el Papa Pablo VI luego de la muerte de Juan XXIII. La modernización de la Iglesia católica que se planteó en este cónclave no fue la primera y no será la última. El hecho de que haya logrado evolucionar con el tiempo demuestra que esa institución permanece, y se fortalece desde hace dos mil años y, a pesar de tener muchos enemigos, sigue avanzando.
Esto es precisamente lo que se debe hacer en esta reforma educativa, adaptando una nueva forma de enseñar, con la modernización de los contenidos y los métodos, con una toma de conciencia de que ahora se cuenta con nuevos recursos tecnológicos. Ignorar el rol de la tecnología en este proceso sería permanecer en el pasado. Convocar a todas las partes involucradas en el campo educativo y buscando los puntos de unión y concordando en lo que ahora nos separa. Desde luego, un cambio en la educación debe caminar paralelo con los tiempos. Debe considerar la actitud de quien desea el cambio, por supuesto que avalado por las entidades superiores. No se trata de un proceso que dure unas semanas, pues empleará años, por lo que se debe empezar ya.
En las revueltas estudiantiles en Francia, de mayo de 1968, se acuñó un memorable lema “seamos realistas, pidamos lo imposible”, oración que refleja muy bien el inicio de lo que deberíamos de exigir en la reforma necesaria, pues me parece que conforme avanza la humanidad, lo imposible deja de serlo y vemos cómo se convierte en realidad lo que algunos escritores de ciencia ficción, escribieron de manera futurista: la clonación, los transplantes de órganos, los viajes al espacio, la nanotecnología, etcétera. Así, el solo pensar en lo utópico y su probabilidad de alcanzarse, el solo marcar el umbral más allá de lo posible, hará que se convierta en una meta alcanzable, un sueño de posible realización.
Debemos empezar cuanto antes y pedir, metafóricamente hablando, lo quimérico. Para ello, se debe elaborar una lista de proyectos educativos y sobre ellos discutir esta gran reforma. De tal manera, se plantearía un gran desafío para la educación por medio de un Congreso Nacional de la Educación, donde los protagonistas sean académicos, estudiantes, docentes, padres de familia, y sindicalistas o gremios con el interés centrado en el futuro de nuestro país. La opinión de los partidos políticos, de los organismos no gubernamentales y de algunos grupos empresariales debe ser un insumo importante en la discusión. Además, deben incorporarse políticos estadistas, con una clara visión humanista y concientes de las necesidades de los costarricenses de hoy, pero aún más, de las generaciones que vendrán.
De pactos solemnes que debemos respetar, sin asomo de traiciones y en clara simbiosis académica y social, podemos recordar lo que escribe Sun Tsu, en el siglo V a.C., en el fantástico libro “El arte de la guerra”: “Me uno con aliados poderosos ofreciéndoles objetos preciosos y seda y los comprometo con pactos solemnes. Respeto los tratados y así, tengo la seguridad que contaré con su ayuda”. De eso se trata, de hacer pactos y de respetarlos, en donde todos contemos con la ayuda de todos, sin distingos de colores políticos o de credos religiosos, simplemente, pensando en nuestra nación.
Esta reforma ha sido pospuesta por razones políticas y económicas, pero creo que tiene que darse para que todos los actores definamos un mismo rumbo de lo que debe ser la Costa Rica del futuro; sin esta reforma seguiremos a la deriva en el campo educativo, los políticos de turno defendiendo pequeños feudos al igual que algunos sindicalistas, y los padres de familia tratando, por todos los medios, de que sus hijos logren la meta de un título devaluado, con el que no aspiran a nada más que eso, un título, como si fuese el fin último y olvidándose de la educación como un medio para lograr los más altos ideales de igualdad y prosperidad de un pueblo culto y pluralista.
En esta necesaria e imperativa reforma que debería darse tarde o temprano, nos debemos preguntar quién debe dar el primer paso. Algunos creen que debe ser el Ministerio de Educación Pública, otros aseguran que serán las escuelas de formación docente de las distintas universidades, públicas o privadas. No creo que los grandes ausentes en el proceso educativo, como los padres de familia, den este paso inicial, aunque es claro que serán grandes protagonistas y deben involucrarse, convirtiéndose en aliados de la educación y no en sus enemigos, asumir con estoicismo su cuota de responsabilidad en la formación y educación de sus hijos en el hogar.
Lo deseable sería que todos los participantes lo hagan con solemnidad, de común acuerdo, que humildemente cedan donde hay que hacerlo y negocien, sin pensar en ganar, porque en primer lugar, el formar sólidamente a los docentes que tendrán en sus aulas a las nuevas generaciones de costarricenses, sin duda, hará que la sociedad costarricense pueda enfrentar los nuevos esquemas de cambio global que cada día amenazan con despojarnos de nuestra identidad nacional.
Es menester de las autoridades garantizar a los docentes un salario digno y acorde con su verdadero nivel de preparación académica, empezando por respetar los acuerdos tomados luego de la última huelga de educadores del 2007. Es necesario que ellos actualicen sus conocimientos y sus aportes a la comunidad, que les permita vivir dignamente, más que sobrevivir con varios trabajos. No me parece ético ni moral que los profesionales en el campo de la educación, hagan largas filas en las diferentes oficinas regionales. Debe erradicarse la percepción de los educadores de ser los “patitos feos” del sector profesional, como se hizo en Finlandia y a la cual ya nos referimos.
Hace algunos años, recuerdo haber escuchado, en algunos medios de información, las opiniones del filósofo y matemático Ángel Ruiz Zúñiga, en cuanto que se debería declarar emergencia nacional en las matemáticas, a propósito de los malos resultados en algunas de las pruebas nacionales en este campo. Sin embargo, creo que debemos ir más allá en la propuesta y declarar emergencia nacional en la educación, algunas de las razones son obvias y se leen todas las semanas en los periódicos o se observan en la televisión, otras más sutiles, trataré de exponer más adelante en futuras entradas.

“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.”
Albert Einstein

11 de julio de 2011

El cambio necesario

La planificación es un arte, fácil si tuviéramos un oráculo que nos ayude, una zarza ardiente que nos hable a través de la voz de un ángel o una adivina con bolita de cristal que nos adelante el qué debemos hacer, y nos dijera cómo y cuándo lo debemos realizar. Sería sencillo planificar si lográramos entender que la planificación es arte sí, pero además es ciencia. Se puede aprender si conseguimos interpretar los designios del pasado, las necesidades del futuro y los signos del presente, de las personas y de las instituciones involucradas. Así, en la materialización y ejecución no necesitaremos de pitonisas ni adivinas, solo del raciocinio y el sentido común, aunados a una buena interpretación de los signos que se refieren a los sueños de una mayoría de los habitantes de nuestra nación.


Los gobernantes deben entender ─y si no lo hacen el pueblo debería cobrárselos─ que gobernar es señalar caminos, pero también proponer metas y destinos para las presentes generaciones y sobre todo para las venideras.


El economista italiano de principios del siglo XX, Vilfredo Pareto, observó y describió el cómo en Italia, aproximadamente el 20% de la población tenía el 80% del poder político y la riqueza económica. Al contrario, el 80% de la población, lo que Pareto denominó “las masas”, se repartía solo el restante 20% de esta riqueza y tenía poca influencia política. En general, este se conoce como el Principio de Pareto y se puede aplicar en muchos ámbitos. En el educativo podría leerse como que el 20% de las personas hace que las cosas ocurran y el otro 80% espera a que ocurran; sin embargo, en estos tiempos me parece que la diferencia entre estos porcentajes va aumentando, ya que la concentración de la riqueza se acentúa y la pobreza, en términos relativos, aumenta. Aldous Huxley dice que: “la mayoría de los seres humanos tienen la absoluta e infinita capacidad de tomar las cosas por sentado”. Sin aventurarme a vaticinar porcentajes, meditemos en cuál de estos grupos queremos estar y, más importante, en cuál debemos ubicarnos, si al final damos las cosas por sentado o, nos cuestionamos sobre nuestro papel en la sociedad y buscamos el cambio.


Me gustaría creer, pues así sería más fácil, que los cambios que necesita el sistema educativo se darán por orden directa de las altas autoridades educativas, pero casi de seguro no será así; convencido estoy que vendrán de los maestros y profesores mismos, algunos sin nombre, otros con un nombre que escribiremos sobre el agua y que, quizás, olvidaremos con rapidez. Creo que no serán el Ministerio de Educación Pública ni las universidades, tanto públicas como privadas, las que den este gran salto hacia la reforma educativa.


En la historia de los cambios y de las grandes revoluciones han sido las personas más humildes las que lo inician, muchos sin nombre que recordar, otros como Gandhi en la India, Rosa Parks en los Estados Unidos, Nelson Mandela en Sudáfrica, Mauro Fernández, Omar Dengo, Roberto Brenes Mesén, Rodrigo Facio o José Figueres Ferrer en nuestro país. La Revolución Francesa en 1789, el movimiento hippie que inicia en la década de 1960, la Revolución de Octubre en la Rusia zarista de 1917, la guerra civil de 1948 en Costa Rica; el famoso “hombre frente al tanque” en la plaza de Tiananmen en 1989 en la República Popular de China, la caída del Muro de Berlín, en Alemania en noviembre de 1989, solo por citar algunos hitos históricos, lejanos o recientes, en pos de los Derechos Humanos. Seguro estoy que usted, estimado lector, podría pensar, recordar y enumerar decenas de ejemplos más. La mayoría de estas luchas tienen que ver con la libertad que ha sido arrebatada, mágicamente se pueden idealizar con la frase “Yo tengo un sueño” del incansable luchador de los derechos de los afroamericanos estadounidenses, que utilizó la filosofía de la no violencia y la desobediencia civil, Martin Luther King, y que pronunciara en el memorable discurso de 1963. Un sueño que todos debemos concebir y por el que se debe seguir luchando día a día, pues los marginados, los explotados y los segregados, en el futuro, podríamos ser nosotros mismos.


“Aquellas personas que no están dispuestas a pequeñas reformas, no estarán nunca en las filas de los hombres que apuestan a cambios trascendentales.”
Mahatma Gandhi

6 de febrero de 2011

La educación

En los albores de este nuevo milenio se plantea, con más fuerza cada día, la necesidad de reforzar la enseñanza de los valores que, con especial énfasis en los espirituales, nos guiarán para tomar las decisiones correctas en los momentos importantes de nuestras vidas.

En un mundo que camina ansioso y para muchos, sin rumbo, algunas personas quieren adelantarse al presente para avanzar hacia el futuro olvidándose del pasado, sin tomar conciencia de que el futuro se convertirá de nuevo en presente y el presente será pasado. Saltarse las dificultades no proporciona madurez ni aprendizaje.

Decía el escritor argentino Ernesto Sábato: “La gran dificultad de la vida es que se escribe en borrador. No podemos cambiar los tachones del pasado, pero sí mejorar la caligrafía del futuro”. No hay por tanto repeticiones: vivamos el hoy, el día a día, disfrutemos de la magia de lo cotidiano y pensemos que el futuro es un eterno presente.

A través de la historia, la función del educador ha cambiado en su fin y en su método, lo que permanece es la importancia de su papel para lograr los más altos principios humanistas y su relación con la búsqueda de la verdad y del conocimiento, de su importancia en la formación de los pueblos, y así, poder conseguir en la sociedad la igualdad de los individuos que la conforman, y su identidad propia.

La educación constituye el motor del ascenso social, económico y, sobre todo, el único camino apto para lograr un pueblo culto con ideales más nobles y solidarios, en que se destierre todo tipo de discriminación. Además, es la forma más rápida de salir del subdesarrollo en que nos anquilosamos. Los contenidos del currículo oficial y los conocimientos específicos son importantes, pero lo es más la interacción con otras personas inscritas en el mismo entorno educativo, pues con ello podemos valorar lo frágil que es la vida, lo valioso de la búsqueda de la felicidad, lo necesario que es la solidaridad, lo mágico y único de la influencia del amor y la amistad y, sobre todo, que aprendamos a respetar las diferencias y buscar las coincidencias en una nación cada vez más heterogénea.

Aunque olvidemos gran parte de lo que estudiamos y en su momento aprendimos, fue formado en nuestras aulas parte de nuestro carácter, se establecieron razonamientos lógicos, se incrementó nuestro poder de concentración, se magnificó nuestra capacidad de soñar y de luchar por nuestras metas, de alcanzarlas y de no volver la vista atrás. Sin duda, es algo que nos traerá grandes satisfacciones y muchos dividendos durante el resto de nuestras vidas. Es probable que no recordemos un poema de Neruda, pero podríamos convertirnos en poetas que le escriban al amor, a la vida y a la esperanza; es posible que no seamos grandes estadistas, pero una palabra precisa, oportuna y sincera, podría cambiar el destino de una persona, y quien salva una vida, salva a toda la humanidad; es posible que no recordemos alguna fórmula matemática y, sin embargo, podríamos construir puentes que unan pueblos en vez de levantar murallas que los separen.

Este es un punto medular. En ocasiones analizamos el proceso educativo desde una óptica totalmente obtusa, incluso mercantilista, pensando en los resultados más que en el proceso, en los bajos porcentajes de aprobación más que en los beneficios sociales que se magnifican con cada palabra nueva que aprendemos, con cada persona que conocemos y con cada amistad cosechada. En ocasiones cometemos el error de ponerle precio al aprendizaje de un estudiante, como si la educación fuese una empresa: si no se produce un artículo el costo total disminuye. Así no funciona la buena educación y este sería uno de los primeros desafíos que debemos plantearnos: mirar a la educación como un camino y no como una compañía comercial, una materia prima que podemos moldear a nuestras necesidades y no como producto acabado que importamos.

En suma al iniciar un nuevo curso lectivo debemos percibir a la educación como la cura, y no como la enfermedad; no como el simple destino, sino más bien como el camino que nos llevará a descubrir maravillosos universos.

“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.”