El conocimiento es sin duda un insumo para la liberación de los espíritus, los cuerpos, pero lo más importante, puede liberar las mentes. Para muestra un botón: en el escudo de la Universidad Nacional, llamada por algunos la universidad necesaria y que abre sus puertas a la población en la convulsa década de los años setentas, se lee “La verdad os hará libres”, que escribe San Juan en el capítulo 8 de su Evangelio, en donde afirmaba que el mundo se beneficia por el plan de salvación que en la persona de Cristo nos revela la Biblia. Extrapolando, de alguna manera nos dimensiona la importancia de asimilar el conocimiento, y también, la importancia de la educación como medio para potenciarlo y transmitirlo.
Esta liberación no le conviene a los grandes grupos económicos y políticos, que tratan de regir nuestros destinos obteniendo mayor poder y riqueza a costa de las clases más humildes. Esto se relaciona con los fenómenos de privatización en los países latinoamericanos de los años noventas, como por ejemplo en Perú en donde antes de la administración de Alberto Fujimori la educación privada cubría menos del 30%, luego de su administración superaba el 70%, de la misma manera en Colombia, Venezuela, Argentina, entre otros. Estos datos ponen en evidencia que el Estado deja de considerar como una prioridad la educación, y allí se comete un gran error estratégico e ideológico, que responde a los grandes intereses neoliberales. Creo que el Estado no puede desentenderse de los campos de la Educación, la Seguridad y la Salud.
Este fenómeno se ha visto reflejado en nuestro país, en donde desde la creación de la UACA, en el año de 1976, se han creado 50 universidades privadas, así, el porcentaje de profesionales graduados en estos centros de educación, asciende al 61%, contra el 39% de graduados que aportan las cuatro universidades públicas (La Nación, 15 de octubre de 2006).
Lo importante, luego de leer y releer el breve Informe del Estado de la Nación es el tomar conciencia sobre la problemática y dimensionar adecuadamente, primero la existencia y luego la magnitud de la brecha que existe entre la educación pública y la privada y así, no tratar de tapar el Sol con un dedo. Las realidades educativas deben ser tomadas seriamente por los jerarcas de la educación, pues lo que le demos a nuestros educandos hoy, será lo que le aportemos al futuro de Costa Rica. Además, debe evitarse el problema que se ha suscitado en las últimas décadas, donde vemos que las políticas educativas cambian cuando inicia una nueva administración.
Estos comentarios vienen al caso, pues la brecha que se da entre la educación pública y privada, tiene que ver en mucho con la lucha de clases y la lucha por oportunidades iguales para todos, que se niegan a los estratos más pobres por los grupos que ostentan el poder, gobernando sin una ética política, pues sabemos que las personas elegidas deben gobernar para todos y en beneficio de todos, pero en especial debe preocuparse por los que más necesidades tienen, es decir, la clase obrera y las personas que viven en extrema pobreza, en hacinamiento y en condiciones que no motivan a estudiar, además, deben preocuparse de que nuestra niñez no deje la escuela o el colegio para simplemente volverse económicamente activos, pues lo harían en trabajos u oficios mal remunerados, sin aspirar en un futuro a algún tipo de ascenso y con un claro estancamiento social.
Lo anterior lo justifican aludiendo a la falta de presupuesto, justificación que no podemos aceptar, pues desde los años cincuentas, la no existencia de un ejército le ha permitido a Costa Rica destinar mayor presupuesto a la educación, sin embargo, siempre es insuficiente. Recordemos que durante la administración Figueres (1953-1958) se establecen los colegios nocturnos y fue en ese período donde se abrieron la mayor cantidad de escuelas y colegios. Todo este gran proceso educativo está finamente hilvanado y encadenado por la causalidad, donde a cada hecho sucede un efecto, y no por la casualidad; la historia costarricense nos enseña, con múltiples ejemplos, que nuestra gran nación y su institucionalidad ha estado forjada por maestros, desde los tiempos de Juan Mora Fernández, quien fuera nuestro primer Jefe de Estado (1824-1833) y que, antes de este cargo, se desempeñó como director de escuela en la ciudad de Alajuela, le sucede otro maestro de escuela, José Rafael Gallegos (1833-1835, 1845-1846). Luego de la Campaña Nacional (1856-1857), cuando existe en el ambiente una sensación de triunfalismo, de libertad y de prosperidad, en donde como nación logramos afianzar una identidad y sobre todo, planteamos una meta común, la educación del pueblo como un norte nacional. Es en el año de 1858 que se da la declaración de obligatoriedad a todas las clases de la sociedad y en el año de 1862 se establece que todos los niños y niñas de 7 a 12 años están obligados a asistir a la escuela. El lema del presidente Jesús Jiménez (1863-1866, 1868-1870) fue “El pueblo que tenga más y mejores escuelas será el mejor de los pueblos”. A pesar de que el profesor universitario y presidente José Joaquín Trejos Fernández (1966-1970), fue el último educador que ha ocupado este cargo, la gran mayoría de los jefes de Estado y presidentes de la República han sido profesionales y hombres de bien, pacifistas y humanistas, creyentes y demócratas, desde agricultores hasta médicos, desde abogados hasta matemáticos, desde empresarios hasta filósofos, nos han guiado por la senda correcta; un par, solo un par han sido militares de carrera y esto dice mucho del pueblo costarricense que ha sabido mantener esta democracia en un país de derecho, en que se respetan las instituciones. Por supuesto que es vital referirse a la importancia de la reforma educativa emprendida por don Mauro Fernández en 1885, como Secretario de Instrucción Pública en el gobierno de don Bernardo Soto.
Costa Rica cuenta con uno de los índices de alfabetización más altos de América Latina, cerca al 95%, no obstante, creo que las dificultades económicas, a largo plazo, harán que estos índices decaigan si se continúa dejando cada vez más la educación en el ámbito privado. Es importante mencionar que la alfabetización en nuestro país se comporta con los mismos porcentajes entre hombres y mujeres, este hecho, sin duda marca una gran diferencia con nuestros países vecinos del área.
En el Informe del Estado de la Educación se habla de la brecha, se menciona como un hecho alarmante el que los índices de reprobación y los porcentajes de deserción son mayores en la educación pública. En el ámbito nacional la reprobación en ese nivel es de un 10,1% en la educación pública y un 1,5% en la privada. Con respecto a la deserción, se menciona que en la primaria pública asciende a un 3,5% y en la privada a un 1,0%. En la educación secundaria las cifras son de 12,8% y 1,8%, en el mismo orden.
En este informe se menciona que estas brechas se deben a desigualdades sociales entre la población que puede pagar el costo de la enseñanza privada y quienes sólo tienen acceso a las instituciones públicas, no sólo eso, se debe tomar en cuenta que muchos estudiantes de la educación pública deben trabajar, por lo que descuidan sus estudios. Pero también pueden pesar factores relacionados con la calidad y la infraestructura, no está claro hasta qué punto se diferencian la educación pública y la privada en otros aspectos, como la preparación de los docentes, material didáctico, que conjuntamente con elementos asociados a la calidad del proceso educativo deben ser objeto de investigaciones especializadas.
Sin duda es un tema que da para muchas páginas, en futuras entradas hablaremos de la brecha social y la tecnológica entre otras, sin embargo, a modo de recapitulación, me parece que es imperativo luchar porque esta brecha entre la educación pública y la privada se cierre cada vez más, y que todos nuestros niños y nuestras niñas puedan acceder a una educación de calidad certificada, pero también que puedan permanecer en el sistema educativo hasta que finalicen su formación, sin duda, esto es uno de los grandes desafíos de la educación que debemos abordar con seriedad, prudencia y prontitud antes de que este problema escape de nuestras manos. Solo así se fortalecerá la movilidad social como uno de los fundamentos de nuestra centenaria democracia.
Porque mi tierra es tierra de maestros,
cerramos los cuarteles y nuestros niños
marchan con libros bajo el brazo
y no con fusiles sobre el hombro.
Repudiamos la violencia.
Dr. Óscar Arias
2 comentarios:
Lástima que en nuestro país desde hace décadas ya no existan maestros, políticos y/o pensadores como lo fueron Mauro Fernández, Jesús Jiménez u Omar Dengo, pues si así fuera, nuestro país llevar otro rumbo; pero no, lo que hoy más existe, son políticos que sólo buscan sobresalir en varios niveles y hablar y hablar sin actuar, dicen que perro que ladra no muerde, pues eso pasa con los dirigentes y políticos de nuestro país.
¡¡La brecha en la educación?! cada día será más grande hasta que no decidamos ser humanistas y a sensibilizarnos ante los que menos tienen y sufren por carecer de oportunidades y no de capacidades, pues todo somos capaces, "querer es poder", simplemente necesitamos conocer, cultivar y alimentar nuestras inteligencias en especial la más fuerte y trabajar en ella para sentirnos bien, realizados, orgullosos de nosotros mismos y con posibilidad de esa movilidad que tanto ansiamos, en especial si nuestra vida fue llena de dificultades y obstáculos.
Ojalá algún día nuestra sociedad actual y futura despierte.
Flori
He leído por casualidad su artículo "Una moderna Caja de Pandora", excelente, lástima que no se divulgue en otros medios, le comento esto porque mi esposa estuvo estudiando en la UCR, farmacia y no la pudo terminar y en la Uned. Y es tan lerdo que optó por entrar en una Universidad privada que es más rápida
pagando para sacar su licenciatura ya que trabaja con el Magisterio, y puede hacer el sacrificio pero y los "otros"!?
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