5 de octubre de 2012

Los silencios


“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”
Ludwig van Beethoven

En el silencio es donde podemos escuchar nuestros pensamientos, por esta y otras razones es que algunos religiosos practican votos de silencio; por ejemplo, los padres cartujos dedican al día ocho horas de oración en sus propias celdas y en aislamiento absoluto, para ellos el silencio es fundamental para lograr la contemplación. Por el contrario, a muchas personas el silencio les causa ansiedad y temor, por esta razón, en su soledad encienden su televisor o el equipo de sonido para romperlo. Lo que sí es claro es que cada una definirá sus prioridades e interpretará el silencio de una manera muy particular.

Con las palabras tratamos de expresar nuestros pensamientos, ideas y sentimientos; con ellas intentamos explicar nuestra forma de percibir lo que nos rodea y todo lo que ocupa un lugar en nuestro universo. En el silencio logramos ordenar estos pensamientos, ideas y sentimientos.

Pero también la ausencia de palabras tiene su propio significado, muchas veces los silencios dicen más que mil palabras. Pienso, por ejemplo, en las partituras en donde son importantes las notas musicales pero también los silencios asociados a estas notas. Los directores de orquesta que sienten y comprenden lo que un músico escribió en el pentagrama son los que logran transmitir al público el verdadero sentimiento que inspiró al autor. Cualquier persona que escuche la Novena Sinfonía de Beethoven en la dirección de Von Karajan sentirá que se transporta a un mundo en que no existen los idiomas ni las fronteras; un sutil gesto del director o los movimientos de su batuta, a veces suaves y delicados como el planeo de una gaviota, en ocasiones tan fuertes y agitados  como el vuelo del colibrí provocan una admiración mayor al sopesar que Beethoven la compuso cuando ya era sordo, es decir, nunca logró escuchar las notas que imaginaba y escribía y sin embargo es una obra que alcanzó la inmortalidad.

En El grito de Munch escucho a su autor expresar su dolor y sufrimiento y retumba en mis tímpanos ese grito infinito. Cuando se observa El beso de Klimt se acelera el corazón y las neuronas. La Guernica  de Picasso describe silenciosamente el dolor que provoca la guerra, se siente la presencia de la muerte entre los distintos elementos de la obra. Sin palabras se logran describir sensaciones y sentimientos.

El silencio es vital en el proceso educativo porque en él se impulsa la experimentación, la observación y el pensamiento, se prueba se conjetura y se prueba o se refuta. Paul Tatter afirma que “El silencio es una herramienta efectiva para el aprendizaje cuando las personas están físicamente involucradas con los objetos materiales porque en ese momento el silencio no es falta de conversación”. Como docentes –en ocasiones– cometemos el error de romper el silencio con una explicación; a menudo, esta explicación ayuda más al profesor que a los estudiantes, en especial cuando se trata del aprendizaje en las ciencias, porque estas requieren de la experiencia con los objetos. Muchos docentes prefieren esta práctica pues simplemente no se rompe el status quo y se cumple con un programa.

En un día como hoy, que desde 1994 se celebra el “Día Internacional de los Docentes” es imperativo pensar y repensar en los que hacemos bien y en lo que podemos mejorar. 

6 comentarios:

Ana Cecilia Durón dijo...

!Que reflexión más bonita y profunda y qué importante tomarla en cuenta en nuestra labor diaria como docentes!

JG dijo...

Excelente reflexión!

Me agrada volver a leer sus ideas. Gracias por compartirlas.

Anónimo dijo...

Yo creo en el silencio, en hablar a través de él, pero también en lo necesario que es para escuchar y escucharse.
Creo que hemos dejado de oír nuestro corazón con la bulla de la mente y la razón.
De nuevo tiene esa esencia que transporta al lector a vivir sus palabras.

Margot Martínez dijo...
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Margot Martínez dijo...

gracias Manuel, por compartir tan sabias ideas... siempre es un placer leer tu blog

Rodrigo Quirós Valverde dijo...

Comparto plenamente tu pensamiento Manuel, porque estoy convencido que los grandes hallazgos y descubrimientos de nuestra civilización estuvieron y estarán siempre precedidos por momentos de silencio. Sólo imaginemos a Howard Carter y su equipo de arqueólogos poco antes de entrar a la cámara principal de la tumba del Faraón Tutankamón imbuidos de aquel silencio estremecedor, en lo que representaría uno de los principales descubrimiento de la Egiptología moderna. Lástima que actualmente se le subestime y por el contrario, sea el escándalo y los altos decibeles los que acompañan -en su mayoría- a las nuevas generaciones. Es deber de todos, pero principalmente los que ejercemos labores educativas, destacar la importancia del silencio e inculcar su práctica en la vida cotidiana. Saludos Manuel y ahora, con su permiso, guardo silencio…