30 de abril de 2010

De los valores

Los valores son las cualidades de las acciones o cosas, o bien, los modelos de comportamiento que pueden ser estimados o practicados, en procura del bien moral. Pueden abstraerse y entenderse como realidades en sí mismas, como la belleza, sinceridad, humildad, justicia, honradez y honestidad, pero en la vida diaria los valores morales los identificamos relacionados con las acciones y las personas, mientras que los materiales son asociados a las cosas.
Lo esencial del valor es el de no ser indiferente frente a nuestra facultad estimativa, entendida ésta como la capacidad de estimar lo valioso de cada cosa y de cada acción; el observar, conocer y comprender una realidad, inevitablemente nos lleva a estimarla.
Se tienen varios tipos de valores, jerarquizándolos a partir de los más importantes:
  • Espirituales: amor, paciencia, sabiduría, piedad, perdón, caridad y misericordia.
  • Morales: justicia, prudencia, honestidad, humildad, lealtad, tolerancia, responsabilidad, dignidad.
  • Sociales: urbanidad, cortesía, respeto, hospitalidad, solidaridad, amabilidad.
  • Intelectuales: Creatividad, racionalidad e inteligencia.
  • Estéticos: belleza, armonía y elegancia.
  • Materiales: abundancia, éxito, riqueza.
Los cambios internos de cada persona, aunque en ocasiones sean apenas perceptibles, pueden provocar cambios trascendentales, y por eso es que trato ─desde las líneas de este espacio─ de plantear algunos de los desafíos que a lo largo de mi vida docente, académica, familiar y lo más importante, como costarricense y ciudadano del mundo, ocupado y preocupado, he observado y trato de encontrar eco en las personas que me leen, escuchan y comprenden. En otras entradas nos hemos referido a estos importantes temas y de seguro no será la última vez que lo hagamos.

Comparto a plenitud el pensamiento del escritor italiano Alberto Moravia cuando afirma que “La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea”. Leonardo Garnier reflexiona, en el artículo ¿Porritas o Cristiano Ronaldo?, sobre uno de los fines de la educación, fundamentada en los valores morales: “¿De qué nos serviría que nuestras hijas e hijos ─nuestros estudiantes─ lleguen a ganar el balón de oro, el Oscar, el Grammy, el premio al mejor o la mejor funcionaria, al mejor vendedor, a la mejor periodista... o que lleguen a ganar más plata que cualquiera, si de camino olvidan y pierden el afecto de la gente que les rodea?”. El hecho de enseñar a nuestros estudiantes el valor de la amistad es imperativo, pues creo que para ellos los mejores días están aun por venir y, quien siembra rosales, cosechará siempre rosas, de muchos colores y variadas fragancias que los amigos, siempre, están dispuestos a compartir; ellos nos darán el apoyo necesario para que las metas que nos proponemos, las alcancemos, con una sonrisa sincera para cada persona que se atraviesa en nuestro camino.

Un poema de José Martí, tomado de Versos Sencillos, escrito en Nueva York en 1891, queda como anillo al dedo para esta ocasión: Cultivo una rosa blanca,/ en julio como en enero,/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca./ Y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo,/ cardo ni oruga cultivo:/ cultivo la rosa blanca.

A todos nos hace falta, si es merecida, esa palmadita en la espalda de vez en cuando; esto puede forjar un cambio en muchas de las rutinas con las que estamos acostumbrados a lidiar en el diario convivir. La sabiduría y humildad son los principales ingredientes que se deben amalgamar para lograr esto, y poder así reconocer la buena labor de los demás, sin mezquindad cuando apreciamos un trabajo bueno, con responsabilidad, crítica objetiva y mucha asertividad, si hubiese sido deficiente.

En este pequeño Macondo, cuando esta percepción se logre transmitir a las mayorías, a partir de allí, se podrá dar el cambio con el que muchos hemos soñado, hacia una sociedad más humanista.