29 de octubre de 2011

Día del no

Por estos días, las noticias que nos llegan de Grecia están teñidas de crisis económica y caos en la zona euro, pero más allá de cómo se solventará esta situación, sé que se resolverá y en algunos años esto será solo el recuerdo, eso sí, con muchas enseñanzas. Quisiera, más bien, referirme al significado de la fecha de hoy para los griegos, que al igual que cada 28 de octubre, corresponde a uno de los días festivos más importantes. Los griegos se unen alrededor de una celebración que se conoce como el “Día del No”, con la cual recuerdan uno de sus triunfos, no menos importante que, solo por citar uno, la resistencia heroica de los trescientos espartanos contra el Imperio Persa del rey Jerjes I hace más de dos mil años.

El 28 de octubre de 1940, Mussolini envió a su embajador en Atenas, Emmanuele Grazzi, ante el general Ioannis Metaxás, quien gobernaba Grecia, para exigirle que le permitiera a sus tropas ocupar lugares estratégicos en territorio griego. La respuesta de Metaxás fue una sola palabra: “OXI”, la cual significa no; y, con esta negativa, quedaba declarada también la guerra a Italia.

Metaxás reunió a su ejército y le comunicó la entrada de Grecia en la guerra a través de un emotivo discurso “embriáguense del inmortal vino del 21” apelando a la valentía y heroísmo vividos en la revolución de 1821 que liberó a los griegos de 400 años del yugo del Imperio Otomano.

Italia, tras invadir Grecia, esperaba un triunfo fácil, basándose en la pobreza en que vivía este país y en lo mal armados que se encontraban sus soldados. Después de un mes de lucha, el mundo quedó sorprendido de la resistencia ofrecida por los griegos y las tropas italianas y, luego de algunas derrotas, las tropas italianas se replegaron en la frontera greco-albanesa.

Hitler había aceptado que “Grecia y Yugoslavia pertenecían exclusivamente a la esfera de interés de Italia”, mientras Alemania hacía preparativos para invadir a la URSS en la primavera de 1941. Debido al repliegue de las tropas italianas, Hitler se vio obligado a enviar las suyas en apoyo a “il  Duce”. Atenas fue ocupada el 27 de abril de 1941, por lo que el gobierno griego decide refugiarse en la isla de Creta; luego, Hitler envió sus tropas por aire para ocupar la isla. Los cretenses lucharon como fieras y en los dos primeros días de luchas en el aeropuerto de Máleme (oeste de Creta) se produjo la muerte de más de 4000 soldados del ejército nazi, finalmente, al ocupar Creta es ocupada Grecia en su totalidad luego de 53 días de haber ingresado el ejército nazi, situación que se prolongó por los próximos 4 años.

Mi abuela, Theanó, nos decía que en esos días de verano "el cielo se oscureció", recordando, con tristeza, a los paracaidistas alemanes que cubrieron de gris el cielo azul cretense aquel fatídico 20 de mayo de 1941; mi abuelo, Minos, por sus hazañas tanto en la I como en la II Guerra Mundial fue, sin duda, uno de los muchos héroes de la resistencia griega.

El 27 de mayo de 1942, el gobierno de la Unión Soviética envía un comunicado muy significativo al pueblo griego: “Ustedes lucharon desarmados contra gente armada y ganaron. Ustedes eran pequeños y lucharon contra los grandes y dominaron. No pudo ser de otra forma porque ustedes son griegos. Como rusos y como personas, hemos comprendido que sus sacrificios nos dieron tiempo para defendernos y por ello les estamos agradecidos”.

Al terminar la II Guerra Mundial, los aliados reconocieron que el desvío de las tropas y el retraso de cinco semanas en los planes iniciales de Hitler para el envío al frente ruso, fueron cruciales. El mismo Winston Churchill lo reconoció al decir: “Hasta ahora, pensábamos que los griegos estaban luchando como héroes. De ahora en adelante deberemos decir que son los héroes los que luchan como griegos”.

Naciones pequeñas como Grecia y Costa Rica con su gran Campaña Nacional de 1856-1857 en contra de los filibusteros esclavistas aportan una dimensión mayor a los ideales de paz y libertad, principios que deseamos sean una realidad para todos los pueblos del mundo.

Comparto plenamente lo dicho por Ryochi Sanakawa: "Dichosa la madre costarricense que sabe, al dar a luz, que su hijo nunca será soldado"; las guerras desangran la tierra, aniquilan voluntades y desenmascaran realidades,  producen héroes pero también traidores. En un viaje a Creta visité un cementerio, mantenido por el gobierno alemán, en el que se encuentran los miles de soldados que murieron en el aeropuerto de Máleme en la invasión a la isla; el  dolor que vi en los ojos de los parientes que los visitan, y sobre todo en las madres que los lloran, es universal, sobrecogedor y desgarrador, no hace diferencia de nacionalidad, es el dolor de la guerra que nos recuerda la necesidad de evitarla con todas nuestras fuerzas, pero sin olvidar nuestros principios e ideales.

El 28 de octubre indica el día en que Grecia entró en la II Guerra Mundial, pero lo que se celebra es el hecho que, con su heroísmo, los griegos le gritan al mundo que por encima de la vida está la libertad.


Lecturas recomendadas:
La Pasión Griega

24 de octubre de 2011

Al final del camino


“Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que las personas buenas no hagan nada.”
Edmund Burke
  
Parte de la belleza de la vida es su determinismo caótico, o su caos determinista, en donde se evidencia la conveniencia de la contraposición de los conceptos, es decir, posee una belleza que se fundamenta en lo paradójico, en lo que se contrapone. Se aprecia más lo dulce de la miel cuando se conoce lo amargo de la traición; se disfrutan más de los siete colores del arco iris cuando comprendemos y despreciamos la oscuridad que provoca la contaminación. Recuerdo las sabias palabras, esas que se escriben cuando la nieve se asienta sobre nuestro cabello, del escritor y académico costarricense Eugenio Rodríguez Vega, quien en 1992 escribe en Carta a mis nietos algunos de sus recuerdos, que simbolizan el pasado, y la esperanza, que nos alienta hacia el futuro, que amalgama de forma extraordinaria:
Quiero hablarles ahora, sin ceremonias, como si descansáramos a la sombra de un mango frondoso donde tantas veces hemos descansado, para decirles algunas cosas que, tal vez, puedan servirles de algo en ese porvenir misterioso que los está esperando. La vida es alegre, triste, amarga, dulce, apacible y llena de tormentas, es sobre todo una misteriosa realidad que se nos escapa imperceptiblemente... No hay en mis palabras espacio para el llanto ni la queja; solo hay espacio para la esperanza.

Incomprensiblemente también, ahora somos más preparados académicamente y más ignorantes y vulnerables espiritualmente. Viajamos a mayor velocidad y llegamos más tarde. Gastamos más dinero y damos menos limosna. Amamos menos y cada día, mentimos más. Visitamos menos a los que están más cerca. Vivimos en casas más grandes por comodidad pero nos separamos más por vanidad. Cuando debemos caminar, corremos y cuando debemos correr, caminamos. Vemos más televisión y no tenemos tiempo para orar, rezar o dar las gracias. Acudimos a las comidas rápidas para economizar tiempo, pero el tiempo nunca alcanza. Sobrevivimos más pero vivimos menos. Tenemos menos hijos y más divorcios. Leemos menos, así, lo poco que leemos, nos hace más daño. Cuanto más sabemos del entorno, menos nos conocemos; algunos saben lo que ocurre en el Medio Oriente o en la bolsa de valores en Wall Street, pero ignora lo que ocurre en su propio vecindario. En fin, nos acostumbramos a hacer lo básico antes que lo primordial y la sociedad actual no es feliz a plenitud, y de repente, pienso en nuestros abuelos que, con pocas cosas materiales y a veces ni qué comer, pero con familias grandes y unidas que no dejaban espacios vacíos en el hogar, eran felices, eran muy felices.
Esperamos demasiado de la vida, en ocasiones más de lo que nos merecemos y siempre, la vida nos da más de lo que le exigimos, como lo escribe Amado Nervo:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté las rosas”.

Cuando ya no sintamos placer al caminar de la mano de nuestros seres amados, cuando no experimentemos alegría al aprender algo nuevo o al disfrutar de un buen libro o de una visita inesperada; cuando ya no estemos interesados en lo que pasa en nuestro bello país y le dejamos a los demás tomar las decisiones importantes; cuando ya no llamemos a nuestros amigos o a la familia para saber cómo están, cuando confundamos el oro con las cuentas de vidrio, cuando dejemos distinguir entre lo eventual lo indispensable, cuando ya no encontremos sentido a la vida, cuando ya no tengamos proyectos ni metas…, en ese momento, en ese preciso instante, debemos cambiar la dirección de nuestro barco, desviarlo de los peñascos y guiarlo hacia un puerto seguro. Difícil será, pero la mejor manera de salir de nuestros propios laberintos, es de la mano de un amigo, y seguir luchando hasta que expiremos nuestro último aliento de vida, como nos lo recuerda la Madre Teresa de Calcuta, en su motivador “Nunca te detengas”:
“La piel se arruga. El pelo se tiñe de blanco. El camino se vuelve más pesado. Y los días se convierten en años. Pero lo esencial no cambia. Tu fuerza y tu determinación no tienen edad. Tu espíritu sigue haciendo la diferencia. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro, nace un nuevo desafío. Mientras estés vivo, siéntete vivo. No vivas de fotos amarillas, ni de películas viejas. Deja atrás los recuerdos. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. Sigue cuando todos esperan que claudiques. No dejes que se oxide el hierro que hay dentro de ti. Haz que en vez de lástima te tengan respeto. Cuando ya no puedas correr, camina. Cuando ya no puedas caminar, usa un bastón. Pero nunca, nunca, nunca, te detengas”.

El tiempo pasa, nuestras buenas acciones deben perdurar. Hasta el último suspiro de vida, luchemos por nuestra felicidad, abonando cada día nuestra esperanza. Transmitamos el entusiasmo a las generaciones que nos sustituirán.